La diócesis de El Alto y un nuevo gesto de esperanza para 120 niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad y que tendrán alimentos asegurados
El altiplano boliviano, una localidad situada entre los 3.800 y 4.000 metros sobre el nivel del mar. Es ahí, como parte de la Diócesis de El Alto, que se encuentra la comunidad de Pacobamba, una zona necesitada de salud, educación y alimentación.
La pandemia del coronavirus ha agravado las carencias en esa zona del altiplano, algo que se hace latente en la falta de trabajo, por ejemplo. Es por esto que, este 19 de abril, se inauguró el comedor de Pacobamba con el fin de atender a 120 niños y jóvenes estudiantes del colegio San José. Una zona donde los estudiantes en muchos casos tienen que recorrer en algunos casos hasta tres horas para llegar al lugar.
“Vamos Adelante”
Detrás de esta iniciativa se encuentra la Asociación “Nayrar Sarapxañani” (Vamos Adelante), vinculada a la diócesis de El Alto. La encargada de ofrecer los detalles de cómo se llevan adelante las diversas medidas en el comedor fue su directora, Flora Silva Castillo. En diálogo con Iglesia Viva contó sobre la realidad de esta comunidad del altiplano y los desafíos que implica.
Si bien la asociación se desempeña en varias áreas, en este caso lo que aparece con énfasis es aquello de llenar de nutrición estos lugares cargados de menores que viven en la altura y en comunidades alejadas.
Al mismo tiempo, se recuerda que el comedor es financiado gracias al aporte de la institución “Amigos en Marcha”. Como dato complementario, recuerda también Iglesia Viva, debido a la pandemia este comedor también se caracteriza por las “carpas solares” que permitirán dotar de verduras al comedor. No obstante, el involucramiento de la comunidad es tal que también llegarán donaciones de alimentos como papas, chuño (papa deshidratada típica del altiplano), entre otros.
Servir y ser feliz
Por último, una vez más el testimonio de Flora Silva, quien además de estar encima de este programa tan importante en los más alto del Sudamérica, se caracterizar por ofrecer un testimonio de servicio que la llena de felicidad. Flora es madre de familia, tiene tres hijos. Es de origen aimara y también ha pasado por diversas necesidades.
“Siempre que veo a una mujer de pollera, a una mujer que tiene una familia numerosa, me hace recordar mi infancia. Por eso mi carisma ha crecido para poder ayudar a la misma gente, me gustaría que muchos amigos puedan tomar la misma iniciativa y sentir la felicidad que uno siente cuando hace este trabajo”, expresa a Iglesia Viva esta mujer desde el altiplano boliviano, quien tampoco se cansa se seguir solicitando donaciones para seguir garantizando alimentos a los estudiantes.
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