“La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo -y es escandaloso- los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Es el escándalo de hoy”, dijo el Santo Padre este 4 de abril en el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro.
En su tradicional mensaje pascual, el Papa Francisco citó las palabras de San Juan Pablo II “es necesario que los pobres de todo tipo recuperen la esperanza”, frase pronunciada durante su viaje a Haití en 1983.
“Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza. Y yo diría, que va especialmente mi pensamiento, queridos hermanos y hermanas de Haití: les soy cercano, y quisiera que los problemas se resolvieran definitivamente para ustedes, rezo por eso queridos hermanos y hermanas haitianos”, añadió el Papa.
Luego, el Santo Padre recorrió diferentes zonas geográficas en conflicto. Recordó en particular a los jóvenes “de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio solo puede disiparse con el amor”.
“Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día”, pidió el Papa.
En esta línea, el Pontífice agradeció “a los países que acogen con generosidad a las personas que sufren y que buscan refugio” y mencionó especialmente a Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.
“Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo”, rezó el Papa.
Además, el Santo Padre rezó para que “Cristo, nuestra paz, silencie finalmente el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”.
“Que todas las partes implicadas se comprometan de forma efectiva a poner fin a los conflictos y permitir que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción de sus respectivos países”, afirmó.
De este modo, el Papa Francisco recordó a Tierra Santa “la Resurrección nos remite naturalmente a Jerusalén; imploremos al Señor que le conceda paz y seguridad, para que responda a la llamada a ser un lugar de encuentro donde todos puedan sentirse hermanos, y donde israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad”.
Asimismo, el Santo Padre mencionó a Irak que visitó el pasado marzo y pidió que “pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos”.
Después, el Papa rezó para “que la fuerza del Señor resucitado sostenga a los pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado”.
“Que continúen los esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, en el respeto de los derechos humanos y la sacralidad de la vida, mediante un diálogo fraterno y constructivo, en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa”, destacó.
Finalmente, el Santo Padre recordó a los prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista”.
Por último, el Papa recordó que hoy se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, que son “artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden ‘que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte’. ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!”, concluyó el Papa.
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