«Es efectivamente la muerte la que nos plantea las preguntas esenciales. Algunos prefieren no pensar en ello y desean una muerte imprevista, súbita e inconsciente. “Tuvo una buena muerte, no se dio cuenta de que moría”.
La moral de los medios de comunicación y su técnica ofrecen una muerte sin conciencia ni sufrimiento, a petición del que lo quiera, e incluso a petición para los demás.
¿No deberíamos reconocer que es para nosotros, en primer lugar, para quienes la agonía es insoportable?
La sociedad la considera demasiado penosa, demasiado larga y demasiado cara.
Ahora bien, el hombre, al determinar la hora de la muerte, toma el lugar de Dios y se corta de toda trascendencia.
Sólo existe la materia. Es el materialismo ambiente de los dueños de este tiempo.
Esquivamos y disimulamos la muerte llamándola «eutanasia« que en realidad significa «buena muerte».
Un recuerdo que me marcó: ese perro viejo al que había que pinchar… el veterinario -amigo de los animales- y yo nos quedamos muy conmovidos. ¿Y dejaríamos con indiferencia morir a los humanos?
El mundo reclama una muerte súbita e imprevista. Los cristianos dicen: «de una muerte imprevista y súbita líbranos, Señor».
Algunos recuerdos que han marcado mi existencia:
A los 13 años, todos los meses, en el dormitorio, de los salesianos: el ejercicio de la buena muerte.
Rosario, las manos juntas sobre el pecho, el cuerpo erguido, los ojos cerrados. No sé cómo, pero para mí era un momento feliz y de paz. Cercanía de Dios.

A los 33 años, de vicario, en plena noche, una buena feligresa viene a buscarme. Su vecina se moría. Una casita, y sobre la mesa un crucifijo, una vela, agua bendita, una ramita de boj del domingo de Ramos. Algunas mujeres recitan las oraciones de memoria, invitan a los ángeles a venir al encuentro de la que vive su muerte. Recuerdo lleno de dulzura y de paz.

A los 36 años, muerte de mi padre: misa en su habitación del hospital. Yo le digo: «Dios es bueno». Mi padre responde: “¡No hay bondad para responder a esa bondad suya, pero hay que intentarlo siempre!”. Allí también, comunión intensa, llena de dulzura y de esperanza. No puedo desear otra cosa a todos mis hermanos de la humanidad de hoy».
Aquí algunas inspiradoras palabras de la Biblia sobre el más allá:


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