La palabra clave de la Cuaresma que fácilmente puede olvidarse

"Este tiempo de renovación espiritual es una salida de mi soledad para encontrarme con mi hermano". Gran reflexión del padre Carlos Padilla

No voy solo, no camino solo al encuentro de Dios.La Iglesia es una comunidad, una familia. «Juntos» es una palabra clave del éxito de la renovación espiritual de la Cuaresma, que sin embargo fácilmente podemos olvidar. Comenta el papa Francisco:

«Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe.

A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje».

Camino con mis hermanos esperando el encuentro con Dios:

«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre».

Siempre acompañados

Camino con otros en este tiempo de desierto. No vivo solo mi fe. Una de las cosas que más me impresiona es descubrir que no hay un solo cristiano que esté solo.

Seguir a Jesús es ir con otros. Apoyándonos, sosteniéndonos, ayudándonos.

La Cuaresma es una salida de mi soledad para encontrarme con mi hermano. No es un tiempo de penitencia en soledad. Es mucho más que eso.

Todo lo que vivo lo vivo en comunión con los que me acompañan. Esa experiencia es la que me salva. Decía Sor Verónica, fundadora de Iesu Communio:

«Precioso encontrar en la vida creyentes. Tú no estás viviendo sola. Detrás descubres una cadena de creyentes que están rezando por ti».

Renuncias por amor

No camino solo. La vida es muy larga y difícil. Hay muchas personas que me apoyan y rezan por mí. Muchas vidas entregadas en oración por mí. Muchas cosas que alguien hace por mí sin que yo sepa.

Esto me anima. No depende todo de mí, de mi esfuerzo.

¿Qué hago yo por mi hermano? Importa lo que ofrezco por la santidad de mis hermanos. Es valiosa mi vida sacrificada.

Estoy acostumbrado a vivir cómodo y bien. La Cuaresma me invita a darle un sentido a mis renuncias, a mis sacrificios, a mis sufrimientos.

En secreto

Ese regalo de amor que entregamos sucede en lo secreto de mi corazón. No tengo que alardear y presumir de lo que hago.

¿Qué intención oculta mueve mis acciones? Veo que hago cosas buenas esperando ser reconocido.Busco el agradecimiento. Que el mundo sepa cuánto entrego, cuánto doy. No me gusta renunciar sin que nadie sepa.

Sólo Dios sabe, sólo Él conoce las intenciones que escondo detrás de mi bondad. Espero mucho, quiero más. No hago las cosas en mi cuarto esperando sólo la recompensa en el cielo.

Todo es gracia, un regalo

La Cuaresma me enseña a aportar mi grano de arena, lo que puedo dar, nada más que eso. porque la salvación no se merece:

«Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús».

Todo es misericordia, gracia, amor de Dios en mi vida. Y yo busco que las cosas sean merecidas. Quiero recibir pago por mi entrega. Y que el mundo sepa.

Vivir en comunidad la fe, es un aliciente para subir más alto, para llegar más lejos. No me quiero despistar, no me quiero olvidar. Muchos caminan a mi lado y me sostienen. Y yo sostengo a muchos.

¿Por qué hago las cosas?

Vivo en un tiempo de apariencias. Lo que se ve es lo que cuenta, lo que no se ve no existe. Si no hay foto, es que no estuve allí. Parece que sólo vale lo que se ve.

Y no dejo que se vea lo que no me gusta de mí mismo, y lo que me gusta quiero que todos lo aprueben.

Busco enfermizamente que los demás me quieran, me aplaudan, me valoren. Me importa más lo que piensan ellos. Mucho más que lo que pueda pensar Dios.

Cuando en realidad sólo él conoce mis intenciones, mis fragilidades y mis fortalezas. Sólo Él sabe lo que persigo cuando hago algo concreto. Conoce mis entrañas. Ha sufrido conmigo y sabe lo que necesito para ser feliz.

Mirando a Dios

Quiero ser capaz de dejar ver a los demás lo que intento ocultar obsesivamente. Cuando me escondo no consigo nada.

No necesito la aprobación del mundo para ser feliz. Claro que no le puedo dar ese poder al mundo sobre mi felicidad.

No puedo hacerlo, pero lo hago. Dependo de lo que escucho, de lo que me cuentan. Vivo atormentado cada vez que alguien me critica o juzga, cada vez que malinterpretan mis actitudes, cuando escucho comentarios negativos que cuestionan mi fama.

No puede ser que el mundo tenga derecho a hacerme infeliz. Sólo Dios me va a mirar a los ojos en el último momento de mi vida, sabiendo lo que hay en mi corazón.

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