
El Halloween actual es la consecuencia de la transformación de una fiesta de origen celta, cerca de unos 27 siglos atrás. En ella se festejaba el fin del verano y de las cosechas (Samhein), y con la llegada del frío y la oscuridad se establecía una comunicación con los antepasados fallecidos, fomentando un ambiente de muerte y terror.
Cuando los pueblos celtas se convirtieron al cristianismo no todos renunciaron a las costumbres paganas.
En el siglo VIII la Iglesia colocó el día de Todos los Santos el 1 de noviembre, quedando así la noche previa como la vigilia de esta gran fiesta. La coincidencia cronológica generó no pocas supersticiones sincretistas, que mezclaron la fiesta de Todos los Santos con las antiguas creencias celtas.
Con la emigración de los irlandeses a Estados Unidos, poco a poco Halloween fue sufriendo una transformación hasta lo que es hoy, en parte gracias al comercio.
Y con la ayuda de la globalización, esta tradición fue entrando en otros países.
El mensaje de Halloween frente al mensaje cristiano
No hay que ser muy sensible para captar las diferencias entre el mensaje cristiano y esta fiesta tan popular.
Mientras que uno habla de muerte, miedo, angustia y oscuridad, el otro habla de salvación, alegría, esperanza, vida más allá de la muerte.
De forma indirecta, en esta fiesta de terror, al primero que aniquilamos es a Dios, que es Belleza, pues el único responsable de la muerte es el diablo.
No hay error más grande que banalizar la muertey vivir como si ésta fuera una broma.
Quizás no de una forma consciente, pero si lo pensamos bien nada de lo que envuelve Halloween me habla de la presencia de Dios. ¿Vale la pena perder el tiempo en algo que no me llena, que no tira de mí para arriba y que sólo me aporta miedo y pavor?
No hay error más grande que banalizar la muertey vivir como si ésta fuera una broma. Debemos tenerla presente, pues es una realidad que todos vamos a morir algún día; con temor de Dios.
Sin embargo, el mensaje cristiano es capaz de traspasar las barreras de la muerte y llevar al hombre a una nueva vida.
Por eso, los cristianos tenemos una fiesta mucho más bonita: la fiesta de Todos los Santos. Ésta sí que nos hace apuntar al Cielo.
Sentido común como madre
¿Qué me dice mi sentido común como madre de cuatro menores? Desde mi humilde punto de vista, no me parece un festejo para niños, aunque se venda como tal.
¿Les corresponde a los niños vivir estas cosas? ¿Una fiesta donde priman sustos, miedos e imágenes que van directas a sus cabecitas?
Terrores nocturnos, visiones extrañas, alteraciones del sueño. Además, se les inculca a los más pequeños una idea de la muerte mal enfocada.
¿Les corresponde a los niños vivir estas cosas? ¿Una fiesta donde priman sustos, miedos e imágenes que van directas a sus cabecitas?
Hace años vivíamos al lado de un vecino que engalanaba la entrada de su casa con todo lujo de detalles la noche de Halloween. Incluso hacía sonar el hilo musical de El exorcista para dar mayor realismo al ambiente. Era padre de dos criaturas. Me pregunto cómo dormían esa noche los pobrecillos. Nosotros desde luego que esa noche y sucesivas tuvimos problemas para dormir. Adultos y niños.
Las cosas bonitas nos hablan de Dios
Las cosas bonitas nos hablan de Dios y embellecen el alma de quien las contempla. Esto es una realidad. Y, por el contrario, las cosas feas nos alejan de Dios y enturbian nuestro espíritu.
Benedicto XVI afirmó en la audiencia del 31 de agosto de 2011, que “hay expresiones artísticas que son auténticos caminos hacia Dios, la Belleza suprema; más aún, son una ayuda para crecer en la relación con él, en la oración”.
Por tanto, apostemos por esa belleza que alimenta nuestra fe y nos ayuda a alcanzar nuestra Meta.

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