Dios envió a su Hijo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, para enseñarnos a presentarnos con nuestro rostro, para buscarlo a Él con un rostro humano y prestarle nuestro rostro, sin máscaras.
Quítate las máscaras que Dios quiere ver tu rostro, ese rostro que tu ángel de la guarda contempla a la luz de Dios (Mt 18,10).
Tu ángel ve la dignidad de tu rostro y quiere defenderlo y protegerlo, y busca que no lo ocultes, sino que brilles con tu rostro.
Halloween te dice: ponte la máscara, y Dios te dice: quiero ver tu rostro. Halloween te dice: disfrázate como los demás, y entra en el anonimato, y Dios te dice: te he llamado por tu nombre, y tienes una dignidad única y personal.
El brillo de los santos
Otro aspecto característico del Halloween es que se ha deformando lo que originalmente era: la celebración de la víspera de la solemnidad de todos los santos.
Los santos, ha escrito el papa Francisco, son el rostro bello de la Iglesia. Y volvemos, el rostro, no la máscara.
Los santos son aquellos que han expuesto su rostro ante Dios, y han permitido que la gracia de Dios los trasformara.
En ellos brilla el rostro luminoso y transformador de la gracia alcanzada por Cristo en su misterio de la pasión, muerte y resurrección.
En palabras un poco más sencillas: los santos son aquellos que han expuesto su rostro ante Cristo, y han sido trasformados por el fuego del amor de Dios.
Ángeles de vida, no de muerte
Halloween proclama con sus máscaras la muerte, el decaimiento, la derrota. En cambio los santos que celebramos el 1 de noviembre manifiestan la vida, la inmortalidad, la resurrección.
¿Acaso, entonces, Halloween, no está mandando un mensaje -con sus pésquelos y fantasmas, y brujos-, que el hombre no puede vencer la muerte, y que la última palabra es la muerte a la que hay que celebrar?
Los ángeles anuncian la resurrección de Cristo y proclaman que Cristo no está en la tumba, sino que ha resucitado.
Son los testigos de esa victoria sobre la muerte y el poder transformador del poder de Dios. Ese es el mensaje de los ángeles en la resurrección de Cristo.
Prefiero mil veces más celebrar la vida y el triunfo de la vida, y la inmortalidad, a ver fantasmas y monstruos.
¿Y de la máscara? Ni usarla, me pondré ante Dios como soy, con mi pequeñez y debilidad, y le rogaré que me trasforme porque quiero la santidad y la vida que Él me viene a dar.


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