Hace ya varias décadas que vamos diferenciando el liderazgo de quien tiene poder y se pone al frente para que los demás le sigan, del liderazgo relacional. Hoy llamamos líder a quien es capaz de desarrollar relaciones de confianza con los que le rodean, sea en la empresa, en la familia, en la política…
La confianza es una externalidad para los economistas, porque no se compra ni se vende, pero sin ella no hay mercado, ni se construyen familias, ni puede haber progreso. La confianza depende de las capacidades de quien nos fiamos y de sus intenciones.
El Papa emérito era un dechado de virtudes (ahora les llamamos competencias) que hoy se piden a los que lideran las organizaciones empresariales para que sean sostenibles en este siglo: visión de futuro (para anticipar tendencias y ser parte de la solución), humildad (para saber escuchar, rectificar y entonar el mea culpa cuando sea necesario), valor (coraje ante la incertidumbre y la falta de seguridad), trascendencia (tener en cuenta el impacto de cada decisión en los otros) y magnanimidad (alma grande, un corazón donde quepan todos y que sepa cuidar). Un liderazgo más humano, más a la medida del hombre y de la mujer de hoy dentro de una Economía del Cuidado.
Además su capacidad intelectual estaba muy por encima de la de los demás mortales. Su bagaje literario (cartas, encíclicas, libros, conferencias en el Bundestag, en Westminster,etc.) sigue siendo de obligada lectura para cualquier persona que quiera entenderse mejor a sí mismo y el mundo en que vivimos, y descubrir las claves para mejorarlo. Su teología se basaba en una experiencia de fe vivida en cada instante (en soledad, en compañía, con multitudes..). Por eso tuvo una clarividencia y finura de espíritu que le hacía ser empático y cuidador de todos y cada uno. Incluso de sus enemigos.
No le faltaron situaciones de escarnio, insultos, mentiras… y siempre se mantuvo prudente, dialogante y consistente, al igual que Jesús, su modelo de vida, con la Caridad como criterio y siempre en búsqueda y defensa de la Verdad. Su carácter afable, próximo y sencillo fue una nota constante de paternidad en sus relaciones con los demás. Cuando le fallaron las fuerzas, supo ceder el poder al siguiente Papa y fue siempre su apoyo desde la distancia con diálogo y oración.
Sin duda un gran referente para todo líder que quiera serlo de verdad en cualquier ámbito de la vida. ¡Gracias, gracias, gracias, Santo Padre!
Aquí dejo algunas reflexiones tomadas de pensamientos de Benedicto XVI:

Hay que mirar la cosas con una mirada más profunda y descubrir la belleza de un alma a través de pequeños gestos… Jesús interviene en mi vida, en mi mente, en mis deseos. Que sea nuestro Rey, como le pidió S. Dimas. Con un corazón grande, misericordioso, que se da a los otros, situaciones difíciles pueden aparecer como insignificantes.. se trata de hacer nuestras las alegrías y los problemas de los otros. Una de las condiciones para orar bien es tener un corazón capaz de entregarse sin recibir nada a cambio (agapé). Jesús es el único que me puede contagiar esa capacidad de amar. Ser muy sensible al sufrimiento de los demás. Se contagian los vicios y defectos de los que nos rodean…
Nos invita a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible.
Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros.
Esto no sé si es de él..
La verdadera conversión del corazón no es tanto hacer otras cosas sino un don de DIOS que te da una mirada distinta. Es el Espíritu Santo. Golpe de gracia.
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