Benedicto XVI no sólo mostró gran conocimiento de lo que ocurría en Venezuela cuando los pastores acudían al Vaticano en visita ad limina, sino que valoraba ciertas iniciativas en la jerarquía eclesiástica que, según sus propias palabras «no había visto en otros episcopados».
El cardenal Porras confió al respecto: «En una oportunidad nos dijo que se sentía complacido y edificado porque le entregamos varios libros publicados por Ediciones Trípode, comentarios de varias de las Exhortaciones del Papa Juan Pablo II, cuyos artículos habían sido escritos, en su mayoría por obispos». «Es algo que no lo he visto en otros episcopados», dijo el pontífice a los obispos venezolanos.
El testimonio del cardenal Baltazar Porras, durante su homilía en la misa inaugural de la 119 reunión de obispos de Venezuela dedicada al eterno descanso del alma de Benedicto XVI, fue revelador de algunas anécdotas que bien vale la pena divulgar.
Los obispos comienzan hoy 7 de enero, como es usual, su encuentro anual en un contexto particularmente difícil para el país y dedicando una eucaristía muy solemne y sentida al Papa Emérito en el emblemático Templo Nacional Don Bosco. La coral interpretaba el Réquiem de Mozart y un ambiente de respeto y agradecimiento por la vida de Joseph Ratzinguer unía a la gran cantidad de obispos, sacerdotes, religiosas, diáconos, seminaristas y laicos que colmábamos el recinto.
Fue allí donde el cardenal Porras recordó la gran deferencia del Papa Emérito para con Venezuela y su siempre actualizada información sobre la vida en este país.
«Habla mejor alemán que yo»
En su condición de Prefecto de la Doctrina de la Fe -contó el cardenal- nos recibió en las diversas visitas ad limina, desde los años 80 hasta la del 2009 como Papa. Por las tardes, era corriente verlo caminar, desapercibido para muchos, ocasión para cruzar unas breves palabras con él. La amistad con el Cardenal Rosalio Castillo Lara, con quien compartió
responsabilidades vaticanas, fue sincera y fraterna. Tuve ocasión de estar con ambos en una oportunidad en la que manifestó que cuando intercambiaban opiniones sobre nuestro país lo hacían en alemán, me acotó, porque «el cardenal Castillo lo habla mejor que yo».
De esto, personalmente puedo dar fe, ya que solía compartir con el cardenal venezolano que sirvió a tres papas por espacio de 40 años en Roma y llegó a ejercer dos responsabilidades al mismo tiempo: Gobernador de la Ciudad del Vaticano y Administrador de la Santa Sede, cosa no frecuente. El entonces cardenal Ratzinger era su segundo a bordo en los trabajos que llevaba adelante la Comisión para la Reforma del Código Canónico. Allí tuvieron ocasión de acercarse y respetarse mucho más, tanto en el trabajo como en la amistad.
El cardenal Castillo Lara siempre tuvo palabras de admiración y reconocimiento para Joseph Ratzinger. Siendo él Papa, ya Castillo Lara no se encontraba en Roma pero conversaban con alguna frecuencia. Supongo que, habiendo trabajado juntos, sus comentarios serían de utilidad para el Santo Padre.
«Igual no entenderás nada»
En una de esas ocasiones me encontraba en la casa del cardenal Castillo y recibió una llamada de Roma. Comenzó en italiano. Casi inmediatamente se produjo una pausa, hizo el switch con gran naturalidad y cambió al alemán. Me di cuenta de que estaba hablando con el Papa, así que me levanté dispuesta a irme del lugar para que hablaran a solas.
Viendo mis intenciones, el cardenal Castillo, que a veces era muy bromista, tapó el micrófono del teléfono y me dijo: «Quédate, igual no vas a entender nada». Su reacción tan ágil me hizo mucha gracia, me quedé allí sentada y, en efecto, como era de esperar no entendí una palabra.
Cierto era que hablaba fluidamente el alemán pues había estudiado Leyes en Frankfurt. De hecho, no es el Cardenal Porras el único al que escuché decir que Benedicto admiraba la manera como el cardenal Castillo Lara se expresaba en su idioma nativo, el mismo de Goethe.
«Capaz de lo que nadie espera»
Cuando Ratzinger fue electo y apareció en la televisión, recuerdo la reacción de algunos amigos. «¿Un papa alemán? No va a enganchar con la gente como Juan Pablo!».
Si bien es cierto que a cualquiera habría costado suceder al papa polaco, carismático, mediático y entrador, no hay que olvidar que tantos años de gobierno habían literalmente acostumbrado al mundo a su imagen y su estilo. Le hice el comentario al cardenal Castillo y me dijo: «Hay que darles tiempo. No conocen a Joseph Ratzinger. Él será capaz de hacer cosas que nadie espera».
Fue tan sólo una frase. En aquél momento no le di la menor trascendencia pero resultó profética. Lo que sí puedo recordar con claridad es que, al conocer la noticia de su renuncia, como un rayo me vino a la mente aquella frase del cardenal Castillo Lara.
Como bien dijo el cardenal Porras en su homilía: «Su humildad y coraje lo llevaron en un momento de su pontificado a darnos un ejemplo que dejó perplejos a propios y extraños. La renuncia al papado, en lugar de ser un acto de cobardía, fue un ejemplo inequívoco de su confianza en los signos que el Espíritu lo condujo a pasar a la vida privada, sin amarguras, al retiro, prolongado en el tiempo, de dedicación silenciosa a la contemplación del Misterio de Dios, y a la plegaria por la fidelidad de la Iglesia, signo eficaz de su presencia en la historia».
Por eso, esa misa por el Papa Emérito, más allá de un sufragio por su alma, hoy adquiere la trascendencia de una solemne acción de gracias por su vida, por todo lo que hizo y por todo lo que dio.
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