El desaparecido convento y las hermanas clarisas que lo habitaron fueron testigos de los más destacados acontecimientos históricos de Colombia, por encontrarse en el corazón de su capital. Hoy, convertido exclusivamente en espacio cultural, sigue rodeado de las instituciones más importantes: la Presidencia de la República, la Catedral, el Congreso, el Palacio de Justicia, el Palacio Cardenalicio y la Alcaldía de Bogotá.
Obra del arquitecto español Matías de Santiago, el monasterio fue fundado en 1628 por el arzobispo Hernando Arias de Ugarte y acogió a la orden franciscana de las Hermanas Clarisas por más de dos siglos, hasta que en 1863 fueron expulsadas y pasó a manos del Estado.
El edificio estuvo abandonado cerca de diez años y se entregó en 1874 a la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, luego de que el país fue consagrado a esta devoción. Aunque se le devolvió a la orden religiosa, las monjas no volvieron a vivir allí y los corazonistas lo administraron hasta después de 1970, cuando lo adquirió el gobierno colombiano para restaurarlo y convertirlo en un museo que dejó de ser lugar de culto de la Iglesia católica.
Para fortuna del arte, la oleada arquitectónica modernista del siglo XX no acabó con todas las construcciones coloniales en Colombia. Si bien muchas fueron tumbadas por considerarlas ‘viejas’, perdiéndose así gran parte del patrimonio, unas pocas se salvaron, como este antiguo templo. Gracias a que no lo destruyeron junto con el convento, y a que los saqueos fueron menores, colombianos y extranjeros disfrutan hoy de la gran riqueza que encierran sus pinturas, esculturas y la arquitectura misma.
Santa Clara tiene muchas particularidades que lo hacen muy atractivo para el público, como lo explica Viviana Arce, coordinadora del área Educativa y Cultural del museo: “Es el único museo que fue templo barroco, es uno de los pocos espacios del siglo XVII que se mantiene en muy buen estado y el 95% de su colección está exhibida al público porque sus dimensiones lo permiten, mientras que en la mayoría de museos ese porcentaje es mucho más bajo”.
De acuerdo con el Ministerio de Cultura, encargado de su conservación y administración, la colección está compuesta de 112 pinturas de caballete; 24 esculturas policromadas; 9 retablos; pintura mural en las paredes de la sacristía, el arco toral, los coros y los zócalos, y una bóveda falsa decorada con cerca de mil pentafolias (rosetones) que simbolizan las estrellas del cielo. También se pueden apreciar muebles de la época, como el púlpito y las celosías (divisiones de madera que separaban a las monjas de clausura de los fieles).
Viviana Arce asegura que la colección pictórica es impresionante: “Recordemos que durante el barroco se consideraba que la imagen era una forma de persuadir a los fieles a llevar una conducta ejemplar y los católicos –en contraposición a los reformistas– atiborraron las iglesias de imágenes. Santa Clara representa precisamente eso, por esta razón vemos cuadros y esculturas de techo a piso, en las que se puede apreciar el avance gradual en la técnica de esculpir madera y ornamentar, así como en la elaboración de retablos y el manejo de columnas”.
Buena parte del protagonismo lo tiene el hermoso retablo mayor, integrado por tres cuerpos elaborados en madera y recubiertos en laminilla de oro. Además de ser el lugar que resguardaba el sagrario, reúne importantes obras de arte como la escultura de Cristo crucificado; la de Santa Clara, patrona de la orden religiosa; y representaciones de santos y ángeles. Se sabe que el retablo mayor fue legado, al igual que gran parte de la colección, por María Arias de Ugarte, sobrina del arzobispo fundador y principal benefactora del convento, quien también donó el Señor de la Humildad y La Piedad, en la que aparece retratada con su marido.
Descubre el museo en imágenes aquí (hacer click en galería):
El museo también guarda obras de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, considerado el gran pintor del período colonial, y muchas atribuidas al taller de la familia Figueroa, que posiblemente fue más relevante aunque poco reconocido al estar integrado por gente anónima.
De acuerdo con Viviana Arce, este monumento nacional ha vivido una interesante renovación museográfica en los últimos años. Es el único del país y de los pocos del mundo que permite a invidentes tocar las obras originales, ha incursionado en exposiciones temporales de arte contemporáneo, es escenario de presentaciones musicales y organiza conferencias en torno a la vida conventual y el patrimonio. Variadas manifestaciones artísticas que se van sumando a las historias escondidas en las paredes de este templo, construido como claustro para las mujeres que, según los dictados coloniales, no debían vivir solas y optaban por los votos de pobreza, obediencia y castidad.
Horario de atención
Martes a viernes: 9:00 a. m. – 4:30 p. m.
Sábados y domingos: 10:00 a. m. – 3:30 p. m.
Valor del ingreso
Estudiantes 3000 pesos colombianos (0,87 dólares)
Niños 2000 pesos colombianos (0,58 dólares)
Adultos 4000 pesos colombianos (1,15 dólares)
Todos los domingos la entrada es gratuita
Publicar un comentario