Nigeria: Cada vez más graves violaciones de los derechos humanos

Graves noticias siguen llegando desde Nigeria. Ayer saltaba a la prensa internacional el rescate de 19 mujeres de una “fábrica de bebés”, una nueva forma de explotación sexual en la que, mediante engaños, mujeres procedentes de las zonas más pobres del país son obligadas a quedarse embarazadas para vender sus bebés a parejas que no pueden tenerlos.

Apenas veinticuatro horas antes, otra escalofriante noticia ponía el foco en el país africano: según información de la BBC, la policía nigeriana liberó a cerca de 500 niños y hombres de una escuela islámica, donde eran sometidos a toda clase de torturas y abusos sexuales. Algunas de las víctimas fueron encontradas encadenadas, y entre ellas había niños de apenas 5 años de edad.

Asesinatos, violaciones, ataques contra lugares de culto son noticias por desgracia habituales en este país, desgarrado por muchas tensiones: a pesar de ser la mayor economía de África en estos momentos gracias al petróleo, su renta per cápita es la mitad que Sudán, y sigue teniendo el mayor índice de pobreza extrema del planeta, junto con una corrupción desbocada. Para agravar las cosas, el norte del país es uno de los lugares más peligrosos del mundo por la actividad de Boko Haram, el sanguinario grupo terrorista islámico liderado por Abubakar Shekau.

Los obispos de Nigeria, por boca de monseñor Augustine Akubeze, obispo de Benin City y presidente de la Conferencia Episcopal, han pronunciado en este sentido duras acusaciones al Gobierno de la nación por “no ser capaz de proteger los derechos constitucionales de sus ciudadanos”, durante la reciente Asamblea Plenaria celebrada en Abeokuta.

El obispo denunció específicamente las agresiones contra los cristianos, el asesinato de sacerdotes, los raptos y las expulsiones, en un “nivel de inseguridad sin precedentes”. “Si los líderes de un país no pueden garantizar la paz y la seguridad, no tienen derecho a usar el dinero de los contribuyentes para garantizar su propia seguridad y la de sus familias, mientras que el resto de los nigerianos muere a diario”.

En su mensaje final, los obispos denuncian que el país está “profundamente dividido” por causas “religiosas, políticas y tribales”, lo que resulta “evidente en los nombramientos de funcionarios en puestos de importancia nacional, en la forma de compartir los recursos y en la distribución de los servicios sociales”. “Donde no existe una distribución justa de la riqueza y de las oportunidades, es inevitable que haya una crisis”.

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