Coronavirus: Así está afectando socialmente «el virus de la desigualdad»

Informe de Intermón-Oxfam sobre la desigualdad y la COVID-19: 5 medidas para sobrevivir a la Pandemia del Coronavirus

El pasado 25 de Enero apareció el informe de la ONG Intermón-Oxfam sobre el impacto de la COVID_19 en el mundo. Lo han titulado muy expresivamente “El virus de la desigualdad” y nos revela una gran abundancia de datos acerca del incremento de la desigualdad sufrido en un sistema económico globalizado, que ya venía marcado por una creciente inequidad en la distribución de los recursos.

¿Cómo era el mundo pre-covid?

Según Intermón-Oxfam, la situación de partida en nuestro mundo pre-covid era el de un “sistema económico fallido que hunde sus raíces en la economía neoliberal y el secuestro democrático por parte de las élites, y que explota y exacerba sistemas profundamente cimentados sobre la desigualdad y la opresión, como el patriarcado y el racismo estructural, impregnados de supremacismo blanco”.

Las afirmaciones sobre la desigualdad vienen avaladas por una declaración del mismo Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas (ONU): “Se ha comparado al COVID-19 con una radiografía que ha revelado fracturas en el frágil esqueleto de las sociedades que hemos construido y que por doquier está sacando a la luz falacias y falsedades: la mentira de que los mercados libres pueden proporcionar asistencia sanitaria para todos; la ficción de que el trabajo de cuidados no remunerado no es trabajo; el engaño de que vivimos en un mundo post-racista; el mito de que todos estamos en el mismo barco. Pues si bien todos flotamos en el mismo mar, está claro que algunos navegan en súper-yates mientras otros se aferran a desechos flotantes”.


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La generación perdida de la década de 2020

Kristalina Gueorguieva, Directora General del Fondo Monetario Internacional (FMI), también confirma el sombrío vaticinio de que la pandemia “tendrá un impacto profundo” en nuestro sistema económico, donde “el incremento de la desigualdad generará agitación social y económica, dando lugar a una generación perdida en la década de 2020; las consecuencias de todo ello perdurarán en las décadas siguientes”.

También el Foro de Davos ha publicado este pasado día 25 el “Chief Economists Outlook 2021” en el que concuerda en cierto modo con el diagnóstico afirmando que dichas desigualdades “ya eran importantes antes de la crisis”, que “la desigualdad de ingresos ha empeorado”, y que “están surgiendo más datos sobre el impacto asimétrico que la pandemia ha tenido en diferentes grupos, exacerbando las desigualdades históricas por raza, género, habilidades e ingresos, tanto en países ricos como en los pobres”.

Según el informe de Intermón-Oxfam, “el número total de personas en situación de pobreza podría haber incrementado entre 200 y 500 millones de personas más en 2020. Así, es posible que el número de personas en situación de pobreza tarde más de una década en volver a los niveles previos a la crisis.”

Exacerba las desigualdades existentes

Se detalla también cómo el coronavirus exacerba las desigualdades existentes y se alimenta de ellas, ya que a mayor pobreza mayores posibilidades de exposición al contagio y menos posibilidades de gozar de una atención sanitaria digna. Uno de los datos curiosos que ofrece la lectura del informe en relación a la desigualdad es que “en septiembre de 2020, Jeff Bezos [fundador de Amazon] podría haber pagado a cada uno de sus 876.000 empleados y empleadas de Amazon una bonificación de 105.000 $ y seguir siendo igual de rico que antes de la pandemia.”

En esta misma línea la COVID_19 “ha afectado en mucha mayor medida a las personas en situación de pobreza que a los ricos, y ha tenido consecuencias especialmente graves para las mujeres, las personas negras y afrodescendientes, los Pueblos Indígenas, y las comunidades históricamente excluidas y oprimidas en todo el mundo.”

La enfermedad se está cebando especialmente en el continente americano, superando el millón de víctimas –la mitad de los fallecimientos declarados en el mundo-, con cifras como las de Estados Unidos (420.976 fallecidos), Brasil (217.664), México (150.273) o Colombia (51.747). En Iberoamérica en concreto, leemos, “la población afrodescendiente y los Pueblos Indígenas, que ya experimentaban una situación de exclusión, se han visto más afectados que el resto de la sociedad: tienen más probabilidades de morir a causa del virus, y también de verse carentes de todo recurso para salir adelante.”

6.000 personas han muerto de hambre por la pandemia

No se trata, así pues, de una pérdida de estatus, sino de la vuelta del hambre en muchos lugares: “La catastrófica pérdida de ingresos, sumada a la ausencia de mecanismos de protección social, se ha traducido en un brutal incremento del hambre.

Según estimaciones iniciales, al menos 6000 personas habrían podido morir de hambre cada día a finales de 2020 a causa de los impactos de la pandemia.”

El informe, sin embargo, no se queda en los efectos negativos de la crisis socio-sanitaria global, sino que llama nuestra atención acerca de lo que hemos descubierto como fundamental a través de la experiencia pandémica: la necesidad de romper con el pasado y de pedir a los gobiernos y demás agentes sociales un serio trabajo para construir un mundo mejor, más justo, más sostenible, con mayor redistribución de la riqueza y sin explotaciones, tal y como nos urge el Papa Francisco en su muy reciente encíclica Fratelli Tutti.

Medidas que ofrece Intermón-Oxfam

En concreto, Intermón-Oxfam demanda cinco tipos de medidas, no todas ellas igualmente factibles en un mundo como el que habitamos:

1. “La lucha contra la desigualdad, incluyendo la desigualdad racial y de género” como “central del rescate económico y de las iniciativas de recuperación” 2. “Rechazar la desfasada fórmula de la austeridad brutal e insostenible, así como garantizar la prosperidad de todas las personas”, asegurando “que su salud y su educación no dependan de su género o de su origen racial” 3. Las empresas deberían reestructurarse, de tal manera que su prioridad fuese el bien común, “y no repartir dividendos cada vez más cuantiosos entre sus ya de por sí ricos accionistas”, garantizando los ingresos de todas las personas y estableciendo techos salariales 4. Debemos también “gravar la riqueza de forma justa” y revirtiendo “la carrera a la baja en la tributación” 5. Debemos, por último, comprometernos y “construir una economía verde que evite una mayor degradación del planeta y lo preserve para las futuras generaciones”, para lo cual resulta “imprescindible acabar con las subvenciones a los combustibles fósiles, y dejar de permitir que las empresas de combustibles fósiles y sus ricos accionistas se beneficien de los rescates de los Gobiernos.”

Talento, riqueza e imaginación

Concluye, en un tono optimista, afirmando que estamos en un momento clave de nuestra historia, en el que volvemos a tener la oportunidad de no “volver al mundo brutal, injusto e insostenible en el que vivíamos antes de la irrupción del virus”. Porque nuestra “humanidad dispone de un talento increíble, una enorme riqueza y una imaginación infinita.”

Por todo ello nos impele a “sacar partido a estos recursos para construir una economía más humana y justa al servicio de todas las personas.” Palabras que resuenan también en el deseo que expresa el Papa en su última encíclica, donde invoca la creatividad de la fe: “pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta (…). Ojalá que tanto dolor nos sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros.”

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