San José y los ángeles

El pasaje de la Biblia conocido como la anunciación a san José muestra una manera masculina de responder a los espíritus puros enviados por Dios

El pasado 8 de diciembre, el papa Francisco convocó un año dedicado a la figura de san José.

Francisco escribe una bellísima carta apostólica titulada Patris Corde (Con corazón de Padre), en la cual comparte “algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”.

Así mismo, esta carta apostólica y este año dedicado a la figura de san José se orienta a “que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución”.

Con este espíritu, quisiera compartir contigo, amable lector, un aspecto de la amistad de san José con los santos ángeles.

Guiado por los ángeles

El evangelista Mateo llama a José varón justo (Mt. 1, 19). Con este título se evoca «su rectitud moral, su sincera adhesión al cumplimiento de la ley y su actitud de total apertura a la voluntad del Padre celestial” (Juan Pablo II). Una apertura de todo su ser, para cada momento de su vida, al plan establecido por Dios, dejándose guiar por Él, a través de los ángeles.

Hoy día, con esta mentalidad racionalista y estas mentiras LGTB, transhumanistas, transespecie, donde el hombre se tiene como autor de sí mismo, y considera que no hay nada más grande que él y su propia realidad subjetivista, la figura de san José nos pone de presente las dimensiones profundas y enriquecedoras que se le presentan a un hombre cuando acoge el misterio de Dios para su vida.

En un escrito del siglo IV, titulado Historia de José el carpintero, se refleja este don que José hace de sí mismo, y esta conciencia de que ha de entregarse al plan de Dios mediante todo su cuerpo y espíritu:

“Oh Padre de toda misericordia y Dios de toda carne -reza san José-, Señor de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu”.




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La manera masculina de responder a los ángeles

San José es consciente de que, como “varón justo”, está llamado a colaborar y a abrirse al designio de amor y a la vocación del amor y de la comunión entre el hombre y la mujer que Dios ha pensado desde el principio; un amor que abarca tanto el cuerpo humano como su dimensión espiritual.

Es precisamente en este hecho en el que intervienen los santos ángeles: custodios, protectores y mensajeros de este amor esponsal que se abre entre el hombre y la mujer.

Esta comunión entre el hombre y la mujer se ve reflejada en el momento en que el Arcángel San Gabriel le anuncia a María que sería la Madre del Salvador, y el otro momento en que el ángel le anuncia a José que no tema tomar a María por su mujer.

SAINT JOSEPH
Shutterstock/MarioA

Mientras que María responde “fiat” (hágase) al anuncio del arcángel, san José se dice que “hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (Mt 1, 24).

Este “hacer” de san José -afirma Juan Pablo II en la encíclica “Custodio del Redentor”- “contiene uno de los testimonios más importantes acerca del hombre y de su vocación”.

De hecho, es típico del hombre el hacer, mientras que por otra parte es propio de la la contraparte femenina el “dejar hacer”, el “hágase”.

San José y la Virgen María responden a la vocación a la que han sido llamados desde lo que son: hombre y mujer, y con su particularidad de hombre y mujer. Ellos nos enseñan a responder a la vocación de Dios desde lo que somos.

Tobías y Sara

En este mensaje del ángel a san José, conocido como la anunciación a san José, se encuentra la imagen de otro mensaje de un ángel a, también, un joven: Tobías.

Fue el Arcángel San Rafael quien le anunció a Tobías que debía tomar a Sara por esposa, y le manda:

“Haz, pues, hermano lo que te digo” (Tb. 6,13).

A este pedido, Tobías, después de haber dialogado con el ángel, le pide que lo lleve inmediatamente a la casa de Sara (Tb. 7,1).

Los santos ángeles llevan a esa comunión de amor entre el hombre y la mujer. A que cada uno -respondiendo de acuerdo a lo que son: varón y mujer-, realice el plan esponsal de Dios que se contiene desde la creación del hombre y la mujer.

La llamada de los ángeles

En la unión entre san José y la Virgen Maria hay un matrimonio virginal, que encierra uno de los misterios más bellos de la historia de salvación. Un misterio que “se ha venido desvelando gradualmente ante los ojos de la Iglesia” (Juan Pablo II).

El ángel no solo le anuncia a José su esposa, no solo lo lleva a tomarla por esposa, sino que, además, le revela la vocación divina a la que ha sido llamada su esposa, y, al mismo tiempo, le revela la verdad de su propia vocación como varón.

Descubre todos estos aspectos: el ángel muestra la vocación de la mujer, su belleza, y su singular vocación, pero al mismo tiempo manifiesta la vocación a la que el hombre está llamado. Vocaciones que se han de respetar, amar y acoger; y esto es mostrado por el anuncio del ángel.

Al hacer como el ángel le ha dicho, san José, siguiendo a Juan Pablo II, renueva su amor; su amor por María se ve regenerado por el Espíritu Santo.




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Dios, los ángeles nos llevan a regenerar nuestro amor, nunca lo impiden, sino que lo llevan a alturas nunca imaginadas y a una perfección que es divina.

San José, obediente al ángel, permite que el amor de Dios configure su amor humano por María.

De esta manera, aprendamos de san José, a escuchar, por medio de nuestro ángel la vocación divina a la que estamos llamados; a responder con prontitud y con nuestro cuerpo y espíritu, y a respetar también la vocación divina del otro que se presenta en nuestro camino. Te invito a rezar esta oración:

Oración a san José

San José, justo entre los justos,

protector de la familia de Dios en todo el universo,

custodia la Iglesia de la Tierra en este tiempo

delicado e importante.

Intercede cerca de Dios

para que la Iglesia elija siempre el buen camino,

superando en la paz las dificultades,

las provocaciones y los obstáculos

que el espíritu del mundo le pone delante.

Que el fuego ardiente de tu corazón nos inflame de verdadera fe,

de segura esperanza y de amor sublime,

para que podamos recorrer,

junto a ti y a tu Virgen Esposa María,

las rutas difíciles de nuestro tiempo.

Guíanos como has guiado al pequeño Jesús,

sosteniéndolo de la mano.

Tú lo has ayudado a crecer y convertirse en hombre.

Ayúdanos también a nosotros a transformarnos en verdaderos hijos de Dios,

para gloria y honor de la Santísima Trinidad.

Amén.




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