Es rápido y no requiere ningún talento, ¡pero es divertidísimo para toda la familia!
“¡Todo se ha cancelado!”. Mis hijos adolescentes han estado quejándose por la cancelación de sus partidos y clases de tenis y fútbol durante casi un año ya. Tengo que admitir que a mí también me está resultando difícil. Vale, siempre he educado a mis siete hijos en casa, pero el homeschooling durante la pandemia es un desafío mucho más grande. Nuestro grupo de apoyo semanal se ha cancelado, igual que nuestros pases de temporada a los museos y las ya mencionadas prácticas deportivas.
Así que, ¿qué pueden hacer una madre y siete niños (de entre 3 y 16 años) para pasar los largos días de invierno? Cuando las clases terminan a las dos de la tarde y no hay suficiente nieve para deslizarse en trineo… ¡¡pues juegas al bingo!! Sí, al juego del que muchas de nuestras abuelas eran campeonas tras pasar horas y horas jugando con sus amigas en los locales de la parroquia.
Hace un mes, compré un bingo después de que mi sarcástico adolescente me lo señalara en el centro comercial: “Seguro que se nos da bien jugar a esto”, me dijo guiñándome un ojo, “después de todo, somos católicos, ¿no?”.
Desde entonces la norma ha sido “el vencedor se lo lleva todo”, ya sean los bombones o los céntimos que pongamos en el bote después de cenar. También nos hemos aficionado al bingo del espacio, al bingo de los santos y al bingo de los observadores de aves. Así aprovechamos para seguir aprendiendo mientras jugamos.
“No sabíamos que estábamos creando recuerdos, solamente pensamos que nos estábamos divirtiendo”.
Leí esta frase el otro día y de inmediato pensé en todas las charlas, risas y rondas de bingo que nos habríamos perdido de no haber sido por los cierres y confinamientos. Y en ese momento de gratitud, sin duda me sentí ganadora.
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