La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla. Su palabra obra lo que dice, porque Él es el profeta definitivo, es más, es el Verbo mismo de Dios hecho hombre. Lo dijo el Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical. El Maestro, señaló el Pontífice, “predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas”.
Jesús «predica y sana». Es por ello que el Papa Francisco insistió, una vez más, en que llevemos siempre un Evangelio con nosotros. Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco guio la oración mariana del Ángelus, en el último domingo de enero. En su reflexión del Evangelio del día (Mc 1,21-28), que “relata un día típico del ministerio de Jesús”, el Santo Padre destacó dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación, y la obra taumatúrgica de sanación.
El relato evangélico dice que el sábado, día dedicado al descanso y a la oración, Jesús lee y comenta las Escrituras en la sinagoga de Cafarnaúm. “Su manera de hablar atrae a los presentes, – dijo el Papa – que quedan asombrados porque demuestra una autoridad diferente a la de los escribas”. Pero, además, “Jesús se revela poderoso también en las obras”. Así es que, “cuando un hombre en la sinagoga se vuelve contra él, llamándole el Santo de Dios, Jesús reconoce el espíritu maligno, le ordena que salga de ese hombre y lo expulsa”.
Aquí vemos los dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de sanación. Predica y sana. Ambos aspectos se destacan en el pasaje del evangelista Marcos, pero el que más sobresale es el de la predicación; el exorcismo se presenta para confirmar la «autoridad» singular de Jesús y su enseñanza.
Jesús predica con autoridad propia, su palabra “obra lo que dice”
El Maestro “predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas”. Ellos, dijo el Papa, “repetían palabras, palabras, sólo palabras, como cantaba la gran Mina; eran así. Sólo palabras. En cambio, Jesús, la palabra tiene autoridad, Jesús tiene autoridad. Y esto toca el corazón”.
La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su palabra obra lo que dice. Porque Él es el profeta definitivo.
La pregunta que planteó el Papa fue: ¿por qué digo que Él es el profeta definitivo? Y explicó:
Recordamos la promesa de Moisés: Moisés dice «después de mí, más adelante, vendrá un profeta como yo – ¡como yo! – a quien escucharán». (cfr. Dt 18,15) Moisés anuncia a Jesús como el último profeta. La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. Por eso no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos.
El objetivo de Jesús: vencer el mal presente en el hombre y en el mundo
“La predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo”: este es el segundo aspecto mencionado por el Papa, es decir, el de las curaciones. Francisco subrayó cómo la palabra de Jesús “apunta directamente contra el reino de satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo”. Así, “el hombre poseído, tras la orden del Señor, es liberado y transformado en una nueva persona”.
Además, la predicación de Jesús pertenece a una lógica opuesta a la del mundo y del maligno: sus palabras se revelan como la alteración de un orden incorrecto de las cosas.
Las expresiones del diablo que estaba presente en el poseído, que “grita cuando Jesús se acerca: «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a arruinarnos?», indican, señaló el Santo Padre, “la total diferencia entre Jesús y satanás”:
Están en planos completamente diferentes; no hay nada en común entre ellos; son uno opuesto al otro.
En el Evangelio está la fuerza de la Palabra de Dios, llevémoslo siempre con nosotros
Y es que “Jesús” que “atrae a la gente con su autoridad” es también “el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que cura”. Por eso, el Santo Padre este domingo instó a que “escuchemos, nosotros, las palabras de Jesús que son de autoridad”. Y para ello, aconsejó, una vez más, llevar “siempre un pequeño Evangelio” con nosotros:
¡Siempre, no lo olviden! Lleven un pequeño Evangelio en el bolsillo o en el bolso, para leerlo durante el día, para escuchar esa palabra de autoridad de Jesús. Después, todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales; pedirle a Jesús: «Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. Cúrame». Pedir a Jesús la sanación, de nuestros pecados, de nuestros males.
Así, al finalizar su reflexión, el Papa Francisco nos guio a la figura de la Virgen María que “guardó siempre en su corazón las palabras y los gestos de Jesús, y lo siguió con total disponibilidad y fidelidad”. Y elevó su oración para que Ella “nos ayude también a nosotros a escucharlo y seguirlo, para experimentar en nuestra vida los signos de su salvación”.
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