Lo hizo durante una audiencia en el Vaticano con algunos miembros de la Congregación de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María que participan en su Capítulo General.
En su discurso a los clérigos, el Santo Padre destacó “tres grandes líneas de espiritualidad” de la Congregación: “El amor a la Virgen María, la oración de sufragio y la atención a los pobres”.
Tomando como ejemplo a San Estanislao, el fundador de la Orden, el Pontífice explicó que “la verdadera devoción a la Madre del Señor se alimenta y crece con la escucha y la meditación de la Palabra de Dios”.
Asimismo, recordó que los clérigos marianos contribuyeron en sus inicios “a dar respuesta a algunos graves problemas de la época: el debilitamiento de la fe, especialmente entre las clases bajas, la escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas, el estado de miseria de gran parte de la población”.
“San Estanislao trazó líneas de espiritualidad y de acción para vuestra congregación que están bien encarnadas en la historia concreta de los hombres y mujeres de su tiempo”, señaló el Papa.
En esta línea, invitó a los presentes a recoger el testimonio de su fundador, “respondiendo con creatividad a los desafíos que también nuestra época presenta”.
“No os desaniméis si encontráis oposición o dificultades”, los alentó el Papa Francisco.
Además, recordó al Beato Jorge Matulaitis (1871-1927), clérigo mariano, sacerdote, obispo y Nuncio Apostólico en Lituania.
Este beato, destacó el Sucesor de Pedro, “supo revitalizar la comunidad actualizando sus Constituciones y promoviendo su obra sin miedo, hasta el punto de tener que actuar en la clandestinidad y arriesgarse a ser arrestado, sin renunciar nunca a promover la caridad y la unidad entre los religiosos y los fieles”.
Por último, animó a los clérigos a “mantener viva la fidelidad a vuestros orígenes en esta atención profética hasta hoy”.
Entre sus prioridades pastorales, citó el apoyo a las familias en dificultad y aseguró que “esto es muy importante: hoy la familia está siempre en peligro”.
También recordó los tres títulos marianos que San Juan Pablo II propuso para venerar a la Inmaculada Concepción.
“María ‘Sede de la Sabiduría’, para que vuestro testimonio del Evangelio sea firme y sólido; María ‘Consoladora de los afligidos’, para que los hombres de nuestro tiempo encuentren en vosotros amor y comprensión y se sientan atraídos hacia Dios por vuestra caridad y servicio desinteresado; y, en tercer lugar, María ‘Madre de Misericordia’, para que seáis ricos en compasión maternal hacia las almas redimidas por la sangre de Cristo y que os han sido confiadas”, concluyó el Santo Padre.
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