Jerónimo (Girolamo Emiliani) nació en Venecia (Italia) en 1486. Fue hijo de don Ángelo Emiliani, senador de la República de Venecia, y de doña Eleonora Morosini. El santo solía recordar que fueron sus padres quienes le enseñaron a rezar y le inculcaron la idea de que quien reza nunca está solo. Como al cumplir 10 años Jerónimo perdió a su padre, don Ángelo, aquella enseñanza le dio mucho consuelo e hizo que se aferrara a la oración.
Soldado del mejor de los señores
Al crecer, Jerónimo se hizo militar e incluso participó en la guerra contra la Liga de Cambrai. Luego, en reemplazo de su hermano herido en combate, asumió la comandancia de las fuerzas que defendían la fortaleza de Castelnuovo di Quero, asediadas por los franceses. Al final, Castelnuovo cayó en manos enemigas y Jerónimo fue apresado.
El revés que le significó la derrota y terminar preso en su propio castillo terminó cambiando su perspectiva de la vida. Fue en el calabozo donde se reencontró con su fe e inició un camino de conversión y entrega, muy marcado por la humildad.
Aquellos días en prisión, le ayudaron al santo a profundizar en su devoción y afecto a la Virgen María. A ella le pide constantemente por su liberación mientras,en el silencio y la soledad del presidio, iba forjando una intensa amistad con Jesús por medio de la oración.
De pronto, un día, de forma inesperada, logró escapar del calabozo sin dificultad alguna. El santo cuenta después cómo fue la Virgen la que se le apareció para darle las llaves y poder escapar. Unos años después, cuando la paz volvió a la región, Jerónimo regresó a Castelnuovo para ocupar el cargo de alcalde del lugar, vacante tras la muerte de su hermano.
Un tío afable, un hombre llamado a la caridad con todos
Tras esta experiencia, Jerónimo volvió a Venecia para hacerse cargo de la educación de sus sobrinos y asistir a la esposa de su hermano muerto. Fue en sus ratos libres donde empezó a leer teología e involucrarse en obras de caridad. Corría el año 1518, y Jerónimo había hecho de los hospitales y los refugios para los más pobres sus destinos cotidianos favoritos.
En 1531, tras la propagación de la peste del cólera, convenció a los habitantes de Verona de la importancia de construir un hospital. Jerónimo, para ello, se inspiró en los Teatinos, a quien había conocido años atrás en el hospital para enfermedades terminales que regentaban; luego, en Brescia, erigió un orfanato; y haría lo mismo en Bérgamo, uno para niños más grandes y otro para niñas. Allí también fundó un hogar de acogida para meretrices que deseaban dejar atrás la vida de dolor, deshonra y semiesclavitud que llevaban.
La Compañía de Siervos de los Pobres
Junto a dos sacerdotes, Alejandro Besuzio y Agustín Bariso, colaboradores en sus obras de caridad, fundó en 1532 una sociedad religiosa, estableciendo la casa matriz en Somasca, ubicada entre Milán y Bérgamo. Los miembros de su sociedad se hicieron conocidos como los Clérigos Regulares de Somasca (originalmente la Compañía de Siervos de los Pobres).
La Congregación, que en la actualidad cuenta con unas 75 casas en el mundo y unos 500 religiosos, se ha dedicado al cuidado de los huérfanos, los pobres y los enfermos. San Jerónimo ordenó desde el inicio que la acogida al forastero, el hospedaje, la comida y la ropa debían llevar “la marca” de la pobreza religiosa.
Jerónimo Emiliani contrajo la peste a inicios de febrero de 1537 y falleció el 8 del mismo mes, a los 56 años. Múltiples milagros le fueron reconocidos después de muerto. Fue beatificado por el Papa Benito XIV en 1747 y canonizado por el Papa Clemente XIII en 1767. El Papa Pío XI lo declaró en 1928 Patrono de los niños huérfanos.
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