La figura de Policarpa Salavarrieta se esconde detrás de una neblina que nos impide ver al personaje histórico en todo su esplendor. Su fecha y lugar de nacimiento, incluso su nombre, son objeto de debate entre los investigadores. Lo que está claro es que Policarpa, conocida popularmente como “La Pola”, fue una figura carismática cuyo valor y trágico destino la convirtieron en un ejemplo para sus compatriotas en los convulsos años de la independencia de Colombia.
Según algunas fuentes, Policarpa Salavarrieta nació el 26 de enero de 1795 en San Miguel de Guaduas, localidad situada entonces en el Virreinato de Nueva Granada. Su familia, de origen español, estaba formada por Joaquín Salavarrieta y su esposa Mariana Ríos, quienes se ganaban la vida con distintos negocios agrícolas y comerciales para alimentar a su amplia prole de hasta diez hijos.
En 1797, la familia se trasladó a vivir a Santa Fe de Bogotá. Cinco años más tarde, una letal epidemia de viruela se cebó con los suyos, llevándose a la tumba a sus padres y a dos de sus hermanos. Ella y otro de sus hermanos, Bibiano, regresaron a Guaduas con su hermana Catalina, quien los protegió durante unos años. Policarpa ingresó entonces en la escuela del Convento de La Soledad donde aprendió a leer y escribir.
Cuando terminó el colegio, empezó a ganarse la vida como costurera y se fue impregnando del espíritu independentista que sobrevolaba el virreinato. Policarpa volvió a Santa Fe y junto a Alejo Sarabaín, del que al parecer se enamoró y se comprometieron, y otros insurgentes, inició una peligrosa labor de espionaje.
La Pola supo integrarse en la sociedad como empleada en casas de ricas familias en las que recababa información clave. También se reunía con las señoras españolas en los costureros, convirtiéndose en una de las mejores espías del momento. Policarpa se dedicó también a comprar y distribuir material de guerra y a captar a jóvenes como ella que querían unirse al ejército patriota. Se jugó la vida durante aquellos años hasta que las tropas españolas se hicieron con ella.
Su detención llegó después de que los hermanos Almeyda, que trabajan también contra las autoridades virreinales, fueron capturados llevando encima documentos en los que aparecía el nombre de Policarpa. Poco después, también cayó Alejo, quien igualmente portaba información escrita que inculpaba a su prometida. No pasó mucho tiempo hasta que las tropas españolas consiguieron descubrir su paradero. Tras ser detenida, fue encerrada en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario que había sido reconvertido en una prisión.
El 10 de noviembre de 1817 un consejo de guerra la condenó a muerte junto a Alejo Sarabaín y otros patriotas. A pesar de la dramática situación en la que se encontraba, a pesar de saber que iba a morir siendo aún muy joven, Policarpa Salavarrieta no se amedrentó. Ante el patíbulo, realizó un discurso firme. «Ved que – aunque mujer y joven – me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. No olvidéis este ejemplo». Otras fuentes aseguran que Policarpa también dijo: «Muero por defender los derechos de mi patria. Dios Eterno, ved esta justicia».
Policarpa Salavarrieta fue fusilada el 14 de noviembre de 1817. Su cuerpo fue depositado en una fosa común, de la que dos de sus hermanos, dos religiosos agustinos, la sacaron y la enterraron cristianamente en la Iglesia de San Agustín.
Considerada una figura clave de la independencia de Colombia, además de infinidad de reconocimientos, en 1967 el Congreso de la República de Colombia declaró el 14 de noviembre el «Día de la Mujer Colombiana».
Publicar un comentario