San Hilario nació en Poitiers, Francia, a inicios del siglo IV. Tuvo la fortuna de recibir una sólida formación en letras, lo que le valió la capacidad para escribir y desarrollar con acierto y claridad aspectos importantes de la doctrina cristiana. Sin embargo, lo fundamental fue su entrega amorosa a Dios, y la sintonía de su corazón con los designios de Dios. Hilario se sintió atraído por la fe en Jesucristo y pidió ser bautizado, hacia el año 345. Luego fue convocado por el Señor al servicio sacerdotal y elegido obispo de su ciudad natal en 353.
Su comentario al Evangelio, la primera de sus obras, es considerado el primer texto explicativo de los Evangelios escrito originalmente en Latín.
En 356, en calidad de obispo, tomó parte del Sínodo de Béziers -sur de Francia-. Dicha reunión fue definida por Hilario como “el sínodo de los falsos apóstoles” porque la asamblea estaba dominada por obispos filo-arrianos, quienes negaban la divinidad de Jesucristo o se habían acercado peligrosamente a esa doctrina. Estos “falsos apóstoles” -como los denominó Hilario- solicitaron al emperador Constancio que el Obispo de Poitiers fuera condenado al exilio. Es así que San Hilario tuvo que abandonar Galia para irse a vivir a Frigia, en la actual Turquía.
Forzado a apartarse de su tierra y de su cargo, Hilario se empeñó en buscar el camino para el restablecimiento de la unidad de la Iglesia. Así inicia la redacción de su obra dogmática más importante conocida como “De Trinitate” (Sobre la Trinidad), la cual se enmarca en las enseñanzas doctrinales del Concilio de Nicea y evidencia, con contundencia, que las Sagradas Escrituras testimonian claramente la divinidad del Hijo.
Alrededor de los años 360 y 361, San Hilario regresa del exilio a Francia y participa del Sínodo celebrado en París. Dicha reunión, gracias a la Providencia, se convirtió en una “vuelta” a la doctrina y lenguaje del Concilio de Nicea, lo que significó un saludable repliegue del arrianismo.
En los últimos años de su vida, Hilario se dedicó a la elaboración del “Tratado sobre los Salmos” en el que el Santo hace una lectura cristológica de los cantos del rey David, encontrando en ellos luces que iluminan el misterio de Cristo y de su cuerpo místico que es la Iglesia.
San Hilario de Poitiers partió a la Casa del Padre en el año 367. En 1851, siglos después de su muerte, el Beato Pío IX lo proclamó Doctor de la Iglesia.
“Haz, Señor que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Que te adore, Padre nuestro, y junto a ti, a tu Hijo; que sea merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito… Amén” (San Hilario de Poitiers, “De Trinitate” 12, 57).
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