Federico Lanzaco tiene algo que enseñarnos sobre la importancia de los mayores en nuestra sociedad
Cuando Federico Lanzaco nació, no existía todavía ni la penicilina. Ni te cuento la televisión o los ordenadores o los teléfonos celulares. Ha vivido dos guerras y 8 papas diferentes. Y además comparte algo importante con los gatos… y es que ha “vivido 7 vidas distintas”.
Siete vidas
Federico vive en primer lugar la guerra civil en Barcelona. Después se marcha a Marruecos a aprender árabe y conocer mejor su cultura, donde está a punto de morir.
Su tercera vida es como misionero jesuita en Japón. Después se convierte en profesor de universidad, y tras ello, funda una de las empresas internacionales hispanojaponesa más importantes y la dirige durante años. Y por último, es marido y padre de familia.
Una vida muy larga y llena de aventuras, pero cuando más se le ilumina la cara es al hablar de Lucía: su mujer. “Era la mujer del gusto más exquisito”, cuenta Federico con los ojos vidriosos.
Ha fallecido hace unos meses pero su recuerdo sigue vivo y sin duda para él es una de sus mejores decisiones -y eso que ha habido muchas-.
El tesoro de ser mayor
Federico Lanzaco es un hombre de 92 años en un mundo donde los mayores y nuestros abuelos se encuentran en muchas ocasiones apartados de la sociedad. En el ambiente se respira temor a llegar a la tercera edad, pero él lo vive con mucha alegría.
“Yo leo y escribo. En los últimos meses he leído 80 o 90 libros y de los mejores del mundo. Hago ejercicio que es muy importante, hago gimnasia unos 40 minutos y después escribo, lo publico, se lo doy a mis amigos. Esto te da un empuje colosal”.
Las sorpresas de la vida de hoy
Sabe hablar casi una decena de idiomas. Ha vivido en países muy distintos y trabajado mucho durante su vida.
Pero hay algo que solo ha podido conocer cuando lo ha vivido: “No lo he aprendido en libros, lo he vivido. Nos ha pillado de sorpresa la gran invasión de viejos en la sociedad. Antes nos moríamos a los 50 años. Yo no conocí a mis abuelos paternos. Y hoy llegas a los 60, 70, 80, 90 o 100 años y seguiremos”.
Para Federico “la segunda sorpresa es que han desaparecido las familias integrales. Antes los viejos vivían integrados en la familia y esto ha desaparecido y se han quedado en la calle. ¿Qué hacen? ¿Dónde van? Yo no recomiendo la residencia… pero entonces, ¿qué hacemos con ellos?”.
Y lo que siente al mirar el panorama con sus ojos de casi un siglo “es tristeza por la soledad, el dolor y la inactividad. Tú no puedes estar ocho horas sin hacer nada”. Pero Federico sabe muy bien que los ‘viejos’ cumplen una función muy importante en nuestro mundo.
Sabiduría
“Que haya personas y no robots. Personas que mantengan su inteligencia y su autonomía y su emotividad. Que hable a los demás de la necesidad de que se mantenga la racionalidad humana, la emotividad humana y la voluntad de saber elegir y no solo ser la máquina. Es muy importante esto”.
Tiene 92 años. Ha vivido mucho y bien. Se mantiene lúcido y posee un conocimiento y unas vivencias imposibles para un chico de 28 años.
Es como un gran libro lleno de sabiduría… que no puede desaprovecharse. Nunca se sabe, pero en principio él está más cerca del último gran acontecimiento de la vida.
“La muerte es el acto final de tu vida y es la que tiene que iluminar todo el trayecto de tu vida. Tienes que tener presente, como vividor, de que se te va a acabar. Y entonces no lo olvides. Y procura vivir al máximo cada momento de una manera humana e inteligente. Aprovecha la vida”.
“Yo tengo una frase favorita donde acabo todas mis charlas: Deseo de veras que nunca nada ni nadie consiga arrancar de tu alma la profunda paz de espíritu y la inmensa alegría de vivir. Y eso es lo que siento yo, siento rebullir de vida a mis 92 años”.
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