En Venezuela, ni la naturaleza desatada ni la emergencia humanitaria compleja, detienen una labor que apunta a proteger y acompañar a los más vulnerables
El Servicio Jesuita para refugiados lleva 20 años trabajando en el país. Hoy, codo a codo con las estructuras de la Iglesia, organizaciones humanitarias y, sobre todo, las parroquias, despliega una labor titánica para asistir a las comunidades más desvalidas.
Conversamos con quien funge actualmente como animador y coordinador de todo ese entramado de asistencia social para atender a las situaciones humanitarias que se han presentado a lo largo del año 2020.
Se trata del Padre Eduardo Soto, quien conversó con Aleteia sobre las grandes líneas del trabajo en el estado Táchira, fuertemente azotado en los últimos meses por temporales , deslaves e inundaciones que han hecho estragos en la zona, así como en otras localidades frágiles del país.
No se esperaban lluvias de tal magnitud
“Hemos enfrentado situaciones muy problemáticas como los desastres naturales sobrevenidos, producto de las intensas lluvias. Una, por el río Limón (Aragua)y otra en nuestro estado Táchira que afectó a la comunidad de Rubio. Muy de cerca hemos atendido el problema de las crecidas y salida de los ríos en Apure, especialmente en las localidades de Guasdualito, La Victoria y El Amparo. Conocemos muy de cerca las condiciones en las que quedaron los habitantes de estas regiones y el drama de las familias damnificadas”.
Las lluvias comenzaron a finales de septiembre. No se esperaban en esa magnitud. Hubo una sequía muy prolongada en el país y esta arremetida de las aguas parece una respuesta a ese período sin lluvias. Septiembre y Octubre fueron meses muy críticos durante los cuales el desbordamiento de los ríos causó daños muy serios.
“En el estado Aragua, con la arremetida del río Limón, la gente de Cáritas se activó de una manera muy pronta y eficaz –repasa el sacerdote, como haciendo un balance- ; en Rubio la cosa fue terrible y la Iglesia, conjuntamente con el Instituto Radiofónico Fe y Alegría, contribuyeron con el Servicio Jesuita para Refugiados en una campaña sistemática para poder atender la urgencia. Se han visto muy mermadas esas comunidades pero nuestro compromiso es a largo alcance y ya estamos previendo el seguimiento para este año 2021, a las comunidades del sector que han quedado más vulneradas”.
La distancia los saca del mapa
El centro de preocupación más grave es las familias que han tenido que trasladarse escapando de las inundaciones sin saber si van a poder regresar a sus lugares. Han perdido sus enseres y las viviendas quedaron muy deterioradas. Se trata de comunidades muy lejanas algunas de ellas, razón por la cual el país ignora la dimensión de la tragedia. Es como si la distancia los sacara del mapa. Pero no los grupos eclesiales que lo monitorean y les prestan asistencia. Y, como en el caso del P. Eduardo, cuenta para Aleteia las incidencias proyectando visibilidad sobre esta población tan necesitada.
“Tanto del lado colombiano como del venezolano, el Servicio Jesuita para Refugiados realiza su trabajo. Este año ha sido más complejo pues tenemos, aparte de las circunstancias mencionadas, el tema de los migrantes y ahora también los retornados. Estamos hablando de un estimado de más de 100 mil personas que regresaron, desde el lado colombiano hacia Venezuela. Son datos que ofrece Migración-Colombia. Vienen buscando seguridad y abrigo después de no correr con suerte en los lugares hacia los cuales habían migrado. No encontraron las condiciones mínimas –durante el tiempo de cuarentena por la pandemia- para permanecer en esos sitios y optaron por volver a su país”.
Los re-retornados
Hay que agregar que este fenómeno de los retornados se ha complicado más en los últimos tiempos con el otro fenómeno de los re-retornados. El Padre Eduardo explica: “Hay muchas personas que, aún en este contexto de pandemia, han decidido desplazarse y han llegado a pie a la frontera con intención de pasar hacia Colombia, lo cual los coloca en situación ilegal puesto que las fronteras, en este momento, están cerradas. Esto hace que se ubiquen en un rango de extrema vulnerabilidad. Durante todo ese trayecto la Iglesia ha cumplido una importantísima labor a través de las parroquias y las comunidades organizadas”.
Igualmente, presta su ayuda el SJR, Cáritas y otras organizaciones humanitarias están al tanto de la situación y ejercen una asistencia de emergencia francamente loable, pues la prioridad es no abandonar a los migrantes y crearles un mínimo de condiciones de vida digna dentro y fuera de nuestro territorio.
Familias desestructuradas
La situación de la moneda en Venezuela y el deterioro general de la economía ha llevado a que esos servicios privilegien a las personas en emergencia en la zona fronteriza. “Son las que viven mayor violencia, estrechez y riesgos de todo tipo. Por ello hemos extendido un trabajo de acompañamiento a estas personas en una asistencia de emergencia aún cuando ello no es exactamente nuestro trabajo. Les proveemos alimentos, medicamentos, ropa. Es la razón por la que hemos desarrollado una línea de trabajo hacia comunidades en barriadas populares de distintas ciudades del país donde distribuimos mil paquetes de ayuda de primera necesidad”.
Te puede interesar:
El mejor regalo para los niños más vulnerables de Venezuela
Familias desestructuradas
Hay familias que se encuentran desestructuradas debido al proceso de migración. En muchas de estas familias falta el padre o la madre, o ambos, pues tuvieron que migrar para buscar sustento que enviar a sus hijos o padres mayores.
“En este momento, por causa del cierre de fronteras y la pandemia, se encuentran atrapados sin poder regresar al país o no se atrevieron a hacerlo, lo cual ha dejado en la indefensión a muchos núcleos familiares. “Es por ello que nosotros, además de los comedores escolares muchos de los cuales han tenido que cerrar–agrega- hemos abierto una línea de auxilio para poder continuar con la alimentación, especialmente para los niños y niñas que contaban con una única alimentación segura a través de esos comedores. Activamos un plan, esta vez con comida seca preparada en los hogares. Es así como cambiamos nuestros planes de apoyo a comedores y fortalecimiento comunitario por ayuda de emergencia para poder garantizar la sobrevivencia de estas familias en un contexto tan duro como el que nos ha tocado vivir”.
Todo ello se expande a varias localidades del país, zonas como Caracas, el estado Lara, Táchira, Apure, algunos barrios de la ciudad de Maracaibo y, en general, el eje de municipios fronterizos con Colombia, como La Guajira.
Te puede interesar:
Cáritas Venezuela y su colosal esfuerzo para salvar a los niños desnutridos
Les mostramos que no están solos
“En todas estas localidades –enfatiza- el panorama es desolador. Las dificultades arrecian cuando se hace tan complicado conseguir gasolina. Se elevan los costos por el contrabando. La economía es otra gran limitación pues la gente no tiene fuentes de ingresos y se colocan casi al margen de la ley para poder sobrevivir lo cual implica un riesgo grave para los niños y adolescentes de esas localidades. Esto para nosotros es una gran preocupación y no tenemos otra opción, como Iglesia, sino seguir activados, articulados con las parroquias y comunidades organizadas y hasta consejos comunales para conseguir aliviar tanta miseria. Ofrecemos, no solo cubrir necesidades materiales, sino también, y lo más importante, mantener esperanza en la certeza de que no están solos. Nuestro compromiso con estas comunidades es permanente. A través de las redes sociales –cuando la conectividad lo permite- hemos podido estrechar esas redes de acción y mantener a las comunidades informadas y con acceso a ciertos bienes de primera necesidad que no hubieran podido obtener si nosotros no mantuviéramos esas redes abiertas y dispuestas para el acompañamiento humano en este momento tan fuerte, como es la pandemia, combinada con la crisis humanitaria agravada que azota el país”.
La Iglesia a nivel nacional e internacional ha respondido a esta crisis enviando la asistencia que le es posible. Con ayuda de Cáritas nacional e internacional, además de las organizaciones de las Naciones Unidas, se ha podido agenciar algunos recursos básicos para poder ayudar a estas personas, tanto en lo logístico como en el acompañamiento, igualmente importante. Diseñan y ejecutan planes de manera articulada. “Aspiramos – insiste- a una atención, no puntual sino permanente”.
Igualmente, las organizaciones de comerciantes en el país se han sumado al trabajo y aportan económica y moralmente un apoyo de gran utilidad.
Te puede interesar:
Cáritas Venezuela y un duro informe: ¡El 15 % de los hogares pasa hambre!
La respuesta de las comunidades
“En todas las comunidades hemos encontrado una respuesta increíble. Se han integrado al trabajo con gran solidaridad y diligencia. Las familias se prestan a ayudar a las que están en peor condición y, realmente, nuestro equipo de trabajo se ha edificado con esta experiencia en tiempos tan difíciles. Cualquier cosa se reparte, siempre hay disposición de ayudar al otro, especialmente a los ancianos y niños, a los más débiles”.
Reconoce que la mayor fortaleza son los párrocos cuyo trabajo eclesial, constante, silencioso y eficiente, se expresa en actitudes y compromisos sembrados con amor en esos pueblos y se refleja en estas horas oscuras como un camino hacia la luz. También significan mucho esas comunidades solidarias y familias proactivas que están vinculadas con la Iglesia y compenetradas con el trabajo. No dejan, en ningún momento, de creer y de esperar, aún en las circunstancias más adversas. Ellos son nuestro mejor ejemplo y la razón y el motivo por el cual seguimos apostando a que podemos salir de esta crisis y que el país va para adelante. La gente quiere y desea un mejor vivir y lucha todos los días para que eso pueda ser posible”.
Publicar un comentario