Una forma de enseñar a los hijos a colaborar en casa sin quejarse

No es fácil involucrar a los niños en las tareas domésticas. Aquí hay un consejo para que dejen de percibir estas actividades diarias como tareas.

La división del trabajo no es sólo un asunto de pareja, es una necesidad familiar. De ahí las listas de tareas, diseñadas para recordar a los niños que su madre no es Mary Poppins, muy a pesar de todos. Normalmente, al principio, funciona, e incluso nos preguntamos por qué no se nos había ocurrido antes: no hay más discusiones, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer: el lunes preparar la cena, el martes barrer, el miércoles sacar la basura, aquí hay un hormiguero bien gestionado al que se le ha enseñado el sentido del bien común y de la responsabilidad.

Pero como regla, tarde o temprano, las cosas se salen de control. Aunque hayas escrito «servicio» en letras doradas en la parte superior de la pizarra, extrañamente se leerá «tarea del día». Y una vez hayas disfrutado de la satisfacción de no tener que perseguir a todo el mundo a la hora de poner la mesa, puede que te desilusione ver el poco elegante intercambio de servicios. «Te cambio los cubiertos de hoy por la limpieza de la jaula del conejo, pero también me das tu sesión de videojuegos y lo remato con un préstamo de patinete si me haces también lo de la basura». El retorno de las peleas está garantizado…

Hacer que el esfuerzo se convierta en parte de los buenos hábitos

¿Pero qué es lo que da sentido al verdadero servicio? Su contenido: hacer algo útil. Su propósito: hacerlo por alguien. Y su intención: hacerlo gratis, sin buscar ni esperar nada a cambio. Solo entonces podemos pensar que nuestra organización dará a los niños un sentido de servicio haciendo de estos esfuerzos un buen hábito.

Esta es la virtud del hábito: hace que la acción sea más fácil y espontánea. Por ejemplo, hablar en público. Otra consecuencia de un hábito: libera la mente. Cuando el gesto es guiado por el hábito, la conciencia se retira. Uno actúa sin pensar en ello, y luego es capaz de pensar en otra cosa, lo cual es muy práctico. ¡Vivan los buenos hábitos! Pero cuando el gesto se ha convertido en una tarea mecánica, sin gratuidad, realizada sólo para evitar problemas, pierde su sentido. Ciertamente el trabajo se hará, pero a regañadientes. Y podemos debatir si nuestras tablas están bien fundadas o no: organización y educación no son sinónimos, y eso es algo bueno…

Una simple palabra puede aumentar la alegría del servicio

Entonces, ¿cómo cultivamos el espíritu de servicio? A través de una constante gratitud. Decir gracias es reconocer y valorar a la persona que hizo el trabajo, agradecer su generosidad y eficiencia. Significa poner de nuevo en el corazón de la familia el propósito de los servicios que nos prestamos mutuamente: «Has hecho bien a alguien, has sido útil a muchos». Dar gracias siempre significa subrayar que hubo un regalo, un acto que fue libre y gratuito. Esta simple palabra restaura y aumenta la alegría del servicio.

Jeanne Larghero


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