Te das cuenta fácilmente de que no te encuentras en un sitio común cuando cruzas el portal.
Entras, miras a tu alrededor, los vitrales, el altar, y te inunda un profundo deseo de elevar tus plegaria a Dios. Sientes Su presencia a tu alrededor. Te estremece el alma. Y te da mucha paz.
Un respeto no siempre guardado
Siendo así, ¿por qué hay personas no la respetan?
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No es una cafetería, ni una librería, no es un parque donde nos reunimos a conversar.
Es la casa de Dios, y debemos tener conciencia de ello y respetarla con nuestros gestos, palabras, vestimentas.
En algunos países se profanan nuestras iglesias, las ensucian en medio de protestas, y realizan actividades alejadas de la fe.
Y es que “no saben lo que hacen”, no tienen idea que es un lugar sagrado, la casa de Dios, nuestro Señor.
Cuidemos los templos
Depende de todos nosotros cuidar los templos, no es solo trabajo del sacerdote.
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A la parroquia donde voy encuentro a un abuelito que siempre me ha impresionado por su fe profunda.
Mientras llego distraído buscando una banca disponible para sentarme, lo observo. Es un anciano, se nota cansado, pero no se sienta.
Devotamente se arrodilla, junta sus manos, inclina la cabeza y eleva sus plegarias agradeciendo a Dios sus dones, antes que inicie la eucaristía.
Al concluir la misa, repite estos gestos devotos y continúa rezando, mientras la mayoría nos marchamos rápido.
Los católicos debemos tener clara conciencia y actuar, con nuestras oraciones, que valen mucho a los ojos de Dios y con nuestro ejemplo que mueve corazones.
Casa de oración
Mi esposa Vida y yo vemos por Internet la misa del padre Santiago Martín, FM. Sus homilías son extraordinarias. Hoy dijo estas palabras llenas de sabiduría:
“Podemos hablar con Dios en cualquier sitio, debemos hablar con Dios en cualquier sitio, pero la casa de Dios, es casa de oración”.
Nos encanta que nos escriban y nos relaten sus aventuras con Dios. Te paso mi email personal:
cv2decastro@hotmail.com
¡Dios te bendiga!
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