Durante décadas los Obispos de Estados Unidos han pedido la colaboración y mayores relaciones mutuamente beneficiosas entre Estados Unidos y Cuba, así como el levantamiento total del embargo económico
En su carta de Navidad, fechada el 12 de diciembre de 2020, los obispos cubanos expresaron que “una buena noticia para los cubanos sería que cesen todos los bloqueos, externos e internos, y dar paso a la iniciativa creadora, a la liberación de las fuerzas productivas y a leyes que favorezcan la iniciativa de cada cubano, así cada uno sentirá y podrá ser protagonista de su proyecto de vida y, de ese modo, la Nación avanzará hacia un desarrollo humano integral”.
Un mes más tarde, el pasado 11 de enero, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, puso, nuevamente a la isla caribeña dentro de la lista de los estados promotores del terrorismo. Por “apoyar repetidamente los actos de terrorismo internacional” al albergar a fugitivos estadounidenses así como a líderes rebeldes colombianos.
Con ello, Cuba se suma a los otros tres países que están en la lista de promotores del terrorismo, según Washington: Corea del Norte, Irán y Siria.
En resumidas cuentas, a los países que Estados Unidos considera que promueven o patrocinan el terrorismo les prohíbe exportar o vender armas. Se trata de algunas exportaciones que mejorarían sus posibilidades militares y les restringe la asistencia económica al tiempo que les impide acceder a empréstitos del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos financieros globales.
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Ahonda la crisis
El impacto de esta medida viene a ahondar el bloqueo económico y comercial a la isla por parte de Estados Unidos –un bloqueo que viene desde 1960 a la fecha. Da pie a que las instituciones financieras tengan otra justificación más para no realizar ningún tipo de operación que involucre a Cuba.
También desincentiva la inversión de empresas estadounidenses y de otros países que podrían tener represalias por llevar a cabo transacciones comerciales con ese país.
La designación como país promotor del terrorismo llega en un momento muy delicado para la vida de los poco más de once millones de personas que habitan en Cuba.
Tres factores pesan sobre la economía y la sociedad cubanas. El endurecimiento de las relaciones de la presente administración estadounidense desde 2017. La pandemia de la Covid-19 y el proceso de unificación monetaria emprendido desde el 1 de enero de este año y que ha venido acompañado de una subida de precios en los básicos y una fuerte inflación.
En una respuesta casi inmediata al anuncio, la Unión Europea señaló el 12 de enero que la decisión de Estados Unidos de devolver a Cuba a la lista de países que patrocinan el terrorismo «solo agravará la ya difícil situación de los cubanos» en medio de la pandemia y de las medidas económicas para la unificación de la tasa de cambio de divisas.
El Gobierno de Cuba dijo que su economía se contrajo aproximadamente en un 11 por ciento en 2020.
“Profundo desacuerdo”
Por su parte, David J. Malloy, obispo de Rockford, presidente de la Comisión para la Justicia Internacional y la Paz de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), emitió un comunicado en el que condenó, enérgicamente, la inclusión de Cuba en la “lista negra” de Estados Unidos, lista en la que había permanecido desde 1982 hasta 2015.
«Durante décadas, en colaboración con la Santa Sede y la mayor parte de la comunidad internacional, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ha pedido la colaboración y mayores relaciones mutuamente beneficiosas entre Estados Unidos y Cuba, así como el levantamiento total del embargo económico contra la nación caribeña”, dice en su comunicado el obispo Malloy, quien manifestó su “profundo desacuerdo con la medida adoptada por Pompeo.
“Como nuestra Comisión ha dicho muchas veces –señaló el prelado estadounidense–, necesitamos más relaciones entre Estados Unidos y Cuba, para construir lazos comerciales, culturales y científicos de beneficio mutuo, que produzcan prosperidad duradera para ambas naciones».
El obispo Malloy, a nombre de todos los obispos estadounidenses terminó su comunicado diciendo: «Rezo para que nunca nos cansemos de trabajar por estos objetivos y que ambas partes reconozcan la necesidad de amistad y colaboración».
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