¿Es bueno recordar? ¿Es cierto que los recuerdos pueden curar?

¿Cómo nos afectan los recuerdos? ¿Cómo veíamos las noticias del Covid hace justo un año? ¿Qué buenos recuerdos te ha dejado esta pandemia?

Ya hace un año que la prensa nos hablaba de un virus que estaba dejando desolada a China. ¿Lo recuerdas? ¿Cómo lo veíamos en las noticias aferrados a una taza de ingenuidad que nos llenaba de “nosotros no llegaremos a eso”? Todavía vivíamos ajenos a lo que nos tocaría experimentar, podíamos ver sonrisas cuando caminábamos por la acera, podíamos hacer planes para las próximas vacaciones y, lo que menos pensábamos, es que tendríamos que echar de menos escenas tan nuestras como comidas de amigas, una sobremesa eterna, un concierto de los años 80 dándolo todo, etc. Parece que estos días, cuando ya hace un año que empezó todo, nos están tarareando “Recuérdame”, una de las canciones de de la banda sonora de Coco.

Recordar

Y yo te animo a hacerlo, a recordar, por dos razones:

– La primera, porque la situación actual es fea, muy fea, pero no estamos igual que en el peor momento del año pasado. No, los sanitarios ya se están vacunando. Reconoce que es una gran diferencia. Y no tenemos una vacuna, tenemos varias vacunas. Soñemos más allá del próximo telediario y las cifras que nos muestran cada día.

– Con la segunda, te voy a convencer de lo positivo que es recordar todos esos momentos, todos esos instantes buenos. He escrito más de una vez que me encantaría tener un vaporizador de instantes, para poder darle al botón y sentirnos como nos sentíamos en ése, justo en ese momento. Y cuál ha sido mi sorpresa cuando, leyendo a mi psiquiatra favorita, Marian Rojas, descubro que la realidad es que ese “vaporizador de instantes” tan soñado, el que nos transporta en el tiempo, lo tenemos dentro de nuestro cerebro y, además, nos aporta muchos beneficios.

Señala la autora que “los recuerdos tienen un poder curativo incluso mayor que las experiencias positivas en sí mismas; las experiencias positivas del pasado resultan un antídoto potente contra la depresión y otros estados alterados de ánimo”.  También indica que ”una investigación liderada por Tonegawa desde el MIT, publicada en la revista Nature en 2017, postula que recordar sucesos pasados tiene un efecto positivo en el estado de ánimo de vida: se pone en marcha el sistema de recompensa y se activa el sistema de motivación”.

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¿Ya te has puesto a recordar? Bien, pero no te olvides de seleccionar. Porque, igual que los buenos recuerdos funcionan aportándonos ese sinfín de beneficios, los malos momentos de estrés, ansiedad, angustia, también nos afectan negativamente. Podemos volver a revivir todas esas sensaciones dolorosas en una tarde cualquiera mientras vemos una película con manta y sofá.

Domina esa parte de tu vida, de tu cerebro, de tu alma, porque Dios no quiere que adereces tu vida con caramelos de amargura. Procura todo lo contrario. Imita al José del Antiguo Testamento: José nombró a su primogénito Manasés, que significa “el que hace olvidar” (Gn 41, 51). José se dio cuenta de que tenía que vivir sin envenenarse. De alguna manera, en aquellos tiempos ya conocían lo dañino que resultaba el exceso de cortisol en el organismo. Necesitaba olvidar cómo sus hermanos lo vendieron como esclavo, la cárcel…, y dar gloria a Dios por todo lo bueno que le había sucedido.

Tenemos que llenar nuestros días de felicidad, también en esta pandemia. Piensa en esos recuerdos magníficos que te ha dejado el Covid: una tarde de juegos, una conversación increíble sacando el lavavajillas, el descubrimiento del vecino de enfrente, al que apenas conocías, aunque fuera su bombilla la primera luz encendida que veías cada mañana… Cuelga esos recuerdos en una zona muy visible del alma, amplíalos para tenerlos siempre cerca, escógelos para que ocupen tus pensamientos, y manda al banquillo a todos los negativos.

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Agradece

Acuérdate también de dar gracias a Dios por esos buenos recuerdos, y descansa. Porque este Dios nuestro, el que nos tiene que ayudar a salir de la pandemia, es el mismo que abrió el Mar Rojo, el mismo que resucitó a Lázaro cuando ya llevaba cuatro días en el sepulcro, el que nunca llega tarde. ¿Recuerdas?


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