El obispo que resucitó para rezar por sus pecados

Una terrorífica leyenda se cuenta en Ciudad Rodrigo (España). De ella se pueden sacar varias enseñanzas

La leyenda del obispo resucitado de Ciudad Rodrigo nace a mediados del siglo XIV, por un extraño suceso que se puede constatar gracias a dos tablas conmemorativas.

Una de las tablas se encuentra actualmente al lado de la tumba del obispo en la catedral y la otra, desaparecida, se encontraba en la sacristía del monasterio San Francisco.

La historia del obispo resucitado

Pedro Díaz gobernó cinco años como obispo en la ciudad, desde el 1338 al 1343, y digamos no era para nada un buen ejemplo como persona. Mucho menos como religioso. Caía a merced de todos los pecados capitales, sobre todo a la gula y la lujuria.

Gracias a su poder el obispo aprovechaba para dejar a riendas sueltas todas sus pasiones, y con el más mínimo resentimiento. Era una época, la feudal, donde todo se compra y se vende a cualquier precio, donde todo está en manos de las dinastías y los señores feudales

El obispo cae enfermo

Muchas veces estos desórdenes llevaban a Pedro a pasar días en la cama enfermo, pero esta vez fue diverso el mal que lo aquejaba. Ya no se levantaría más de su lecho y es aquí dónde nace la leyenda.

Su fiel criado comenzó a tener extraños sueños sobre su patrón.

La primera vez vio que aterradores demonios rodeaban el lecho de su patrón esperando que se muera para llevar su alma. Mientras un fraile franciscano le decía que la hora del obispo había llegado y que debía arrepentirse de sus pecados.

A la mañana el criado corrió a contar la visión que había tenido esa noche, pero su patrón no hizo más que reírse de él.

Al tercer día el sirviente volvió a tener otra visión, vio esta vez enormes perros negros rodear la cama del obispo. Nuevamente el franciscano le recomendaba la penitencia, de lo contrario perdería su alma.

Se reía de su criado

Cuando el criado preocupado y con tanto miedo narró la visión de esa noche, el prelado nuevamente se burló de él, diciendo que estaba bebiendo demasiado.

Pasando otros tres días, volvió a tener una visión. Vio al obispo muerto y que ardía en un caldero de aceite hirviendo. El fiel criado intentó salvar en sueños a su patrón quemándose las manos al tratar de hacerlo.

Al día siguiente el obispo al ver a su sirviente con las manos quemadas después de contarle su nueva visión. Empalideció del miedo, y llamó enseguida a un sacerdote franciscano para confesar todos sus pecados. En cuanto lo hizo, Pedro expiró.

El obispo resucita en medio de su funeral

Era en un día de mayo del 1343. Su familia decidió hacerle el  funeral al cuarto día y en medio de la celebración, el obispo despertó ante la mirada incrédula de cientos de personas.

Esto fue lo que dijo según la tabla que se conserva al lado de su sepulcro:

“No huyáis de mí, porque como verdaderamente estuve muerto, ansi agora estoy vivo. Sabréis que luego que mi ánima salió del cuerpo, fue llevada a juicio y condenada para siempre porque en la confesión que hice no tuve entera contrición del pecado público en que estaua envuelto ni tube intento de apartarme de él, puesto que enseñé al contrario por señales exteriores. Mas el Bienaventurado Padre Sant Francisco a quien yo tuve siempre por singular devoción, me socorrió en aquesta ora y fue singular abogado alegando por mi parte tres cosas: la primera la gran devoción y fe que siempre tuve en el, la segunda las infinitas limosnas que hice a los frayles de su horden con tanta donación que todo lo que yo poseía más era de los frayles que mio. La tercera la confianza que tube puesto que muy pecador, que no acabaría en mal por los méritos de nuestro Padre Sant Francisco E alcanzó a Dios nuestro Señor que volviese mi ánima al cuerpo por espacio de veinte días para hazer penitencia de mis pecados después de los cuales tengo de morir”

Pedro pasó los veinte días rezando y haciendo penitencia. Dando gracias a san Francisco y repartiendo sus bienes a los más necesitados. Pasado ese tiempo, pudo descansar en paz, salvando su alma.

Esta leyenda sea verdadera o no es una admonición que nos recuerda el estar preparados para un “bien morir”, haciendo penitencia y participando al sacramento de la reconciliación.


MAN, DEATH, BED

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Fuente: marcopolito56.wordpress.com, centrodeestudiosmirobrigenses.es

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