Alegrías y paradojas de la liberación de presos políticos en Cuba

Hace pocos días, en un debate en la Casa de las Américas de Madrid, el expresidente de gobierno español Felipe González le decía al escritor Mario Vargas Llosa que la estrategia de “soltar” presos políticos de Nicolás Maduro (Daniel Ortega y, desde luego, Hugo Chávez) era una forma de escurrir el bulto y hacerle frente a las presiones políticas
internacionales “made in” Fidel Castro.

Ciertamente, los presos políticos liberados y sus familias no estarán por la labor de ponerse a discutir la estrategia de los dictadores que los metieron a la cárcel por cuestiones de carácter político. Salen a la calle y disfrutan una libertad que les fue arrebatada por pensar diferente al pensamiento único del hombre en el poder.

Pero, lo que decía González, es que no se debería discutirse (ni alentarse a negociar, por ejemplo, a Juan Guaidó) cuántos presos políticos deben ser liberados, sino el hecho de que haya presos políticos. Muchos se van con la finta. Y se olvidan que los presos políticos son eso, una aberración.

Gesto de misericordia

Lo anterior viene a cuento porque en Cuba, el Consejo de Estado ha determinado el indulto de 2.604 presos políticos, lo cual fue aplaudido por todos los sectores del país, comenzando por la Iglesia católica y la Comisión Nacional para la Pastoral Penitenciaria que encabeza Enrique Enrique Serpa Pérez, obispo Emérito de Pinar del Río.

La nueva Constitución cubana favorece –según el texto—la reinserción o reintegración social de los presos. Y eso toca también a los presos políticos tanto como a los delincuentes comunes. Desde luego, el indulto se ha dado a los presos políticos que han tenido buen comportamiento y cuyo tiempo de cárcel está avanzado.

También cuentan para el indulto –lo cual da una idea de la variada condición de los presos que el régimen castrista encerró por no estar de acuerdo con los postulados de la Revolución cubana– los hechos por los que fueron condenados, la edad y las enfermedades que sufren algunos.

Según las notas de prensa originadas en la misma isla caribeña, se dio trato especial para ser indultados a las mujeres, los jóvenes y los mayores. En todos los casos, se trata de personas que ya han cumplido al menos un tercio de la sanción impuesta por los tribunales.

¿Hay o no hay?

Para los obispos, sacerdotes y laicos cubanos, se trata de un “gesto de misericordia” del régimen del presidente Miguel Díaz-Canel, y que este hecho favorece “una mejor convivencia social”.

También piden al régimen cubano que “continúe realizándose un análisis periódico de situaciones particulares, que permitan este tipo de decisión en beneficio de aquellos que puedan reinsertarse a la habitual vida ciudadana”.

Lo curiosos del asunto es que el actual gobierno de Cuba ha asegurado en varias ocasiones que en la isla caribeña “no existen prisioneros políticos desde el triunfo de la Revolución”; es decir, desde 1959 y que los únicos presos políticos que hay en los archipiélagos alrededor del territorio cubano, son los presos que están en la Base Naval de Guantánamo (que pertenece a Estados Unidos).

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